3/4/11

Cuando la ciencia ficción pasa a ser ciencia

Cuando la ciencia ficción pasa a ser ciencia

Todavía sorprendido por lo visto y escuchado, Adrián Paenza cuenta la ponencia que más lo impresionó del TED-2011, realizado en California, el ciclo de conferencias más requerido del mundo en el que se presentan los descubrimientos de frontera destinados a cambiar la vida tal como la conocemos. En ella Anthony Atala, director del Instituto Wake Forest de Medicina Regenerativa, ofrece la información más actualizada sobre los avances en medicina regenerativa. Además de explicar el proceso de cultivo de órganos, válvulas y tejidos por medio de la bioingeniería, también mostró (literalmente, todos los presentes pudieron verlo) cómo se está utilizando la tecnología de impresión en tres dimensiones para la fabricación de partes del cuerpo, incluso cómo se puede imprimir el tejido de la piel directamente sobre la herida del paciente.

Por Adrián Paenza

¿En qué momento la ciencia ficción deja de serlo y pasa a ser ciencia? Es decir, con el advenimiento de las nuevas tecnologías, hay ciertas cosas que hoy se han hecho costumbre y uno ya no les presta más atención, pero cuando yo nací, por ejemplo, no había televisión. Así de simple: ¡no había televisión! Y si bien ya estoy mayor, no soy del siglo XIX. Las radios eran a válvulas, no había transistores y, por lo tanto, no había radios portátiles. Así que nadie podía llevar radios a la cancha. Para hablar por teléfono desde la Capital a Berazategui, por ejemplo, había “demora”. El lechero pasaba con un caballo que tiraba de un carro (y yo nací en la Capital Federal, en Villa Crespo para más datos), conseguir una línea telefónica costaba 10.000 dólares, no se podía conocer el sexo de un bebé que estaba a punto de nacer, la penicilina recién empezaba a ser utilizada, no había vacuna contra la polio, ni la Salk ni la Sabin, no había tomografías computadas, ni resonancias magnéticas, ni ecografías, ni inyecciones peridurales. Ir al dentista era una tortura (¿ya no?) y una operación de apéndice obligaba a una estadía en el hospital de una semana. Y, por supuesto, las computadoras personales no figuraban ni entre los sueños de los más creativos.

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