Todo un universo de conjeturas, estudios y mediciones componen, por ejemplo, el libro "La ciencia de los besos", de Sheril Kirshenbaum, una científica de la Universidad de Texas que concluye en su ensayo que el 90 por ciento de las personas recuerda casi al detalle su primer beso, y que esa experiencia es una de las más intensas de la vida.
¡Me la perdí! La verdad es que yo no me acuerdo de nada (debo pertenecer al 10 por ciento restante), aunque me encantaría que alguien me financiara durante dos años para investigar cosas tan irrelevantes como esta, que no pasa de ser una curiosidad. Por ejemplo: en sus páginas, un psicólogo evolucionista estadounidense afirma: "Los varones tienden a besar como un medio de obtener favores sexuales, o como un medio de afectar a la reconciliación. Las mujeres besan más bien como un dispositivo de evaluación del compañero".
Tan fundamental resulta el estudio del beso que luego me encontré con la mención de una investigación dirigida psicólogo Gordon Gallup , del departamento de Psicología de la Universidad de Albany, en el que afirma que ¡el beso hasta puede lograr que una persona cambie de idea sobre la otra!
En este caso se incluyó una pregunta: "¿Alguna vez se ha encontrado usted atraído por alguien, sólo para descubrir, después de besarlo por primera vez, que ya no le interesa?".
De los 58 hombres encuestados, el 59 por ciento; y el 66 por ciento de las 122 mujeres consultadas, todos respondieron afirmativamente. "Las mujeres consideraron que si un hombre es mal besador es menos atractivo y deseable", explican los expertos.
Más allá de estos estudios hallados al azar navegando por la Web, que nunca se sabe si son ciertos o no, la cuestión constatada es la neurológica.
Un beso apasionado en la boca activa nada menos que 34 músculos mientras que un beso en la mejilla sólo activa 12 músculos faciales. Un beso apasionado provoca, además, la subida de la presión sanguínea y el pulso puede llegar a acelerarse hasta llegar a las 150 pulsaciones, como consecuencia de la liberación de adrenalina.
Durante un beso de alta intensidad también aumentan los niveles de dopamina (sensación de bienestar) y de testosterona (hormona asociada al deseo sexual). Al mismo tiempo, la glándula pituitaria libera oxitocina, llamada hormona del placer, que nos hará sentir ingrávidos. El acto de besarse también estimula la parte del cerebro que libera endorfinas(hormonas de la felicidad) en el torrente sanguíneo y nos da sensación de plenitud.
Así que, muchachas, a besar más y hablar menos. Aunque coincido en que un mal besador hace que el deseo se evapore. ¿O no?
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